Capítulo 7: Por ti - Parte 2



Porque era ella.

Ante esas palabras, las pestañas de Jina temblaron ligeramente.

No era tan despistada como para no darse cuenta de lo que aquello significaba.

Mientras permanecía en la mansión, había comprendido lo ocupado que estaba Ian Aylesford y cuántas personas tenía bajo su mando.

Después del desayuno, su agenda se movía en bloques de diez minutos.

En especial, desde que decidió dedicarse por completo a la sucesión de Aylesford, su calendario giraba sin descanso, incluso después de regresar a la Mansión Aylesford.

Al principio, cuando vio el edificio destinado al personal dentro de la mansión, pensó que era demasiado grande. Sin embargo, el núcleo directivo del Grupo Aylesford no estaba en la sede central, sino en aquella mansión.

Incluso de noche, decenas de secretarios se movían apresuradamente entre el edificio y la residencia principal. E Ian dirigía varios equipos de ese tipo bajo sus órdenes.

Así de atareado estaba él, sin tiempo ni para parpadear.

Por eso, lo único en lo que se involucraba personalmente eran los asuntos más importantes entre los innumerables temas que le presentaban.

Y aun así, había dejado de lado todos sus compromisos para ir él mismo a Londres a rescatarla.

No podía ser un simple acto de buena voluntad.


“Sé que en nuestro primer encuentro le dejé un mal recuerdo.”


Así fue. Hasta el punto de lanzarle al rostro el dinero que tanto necesitaba.


“El tiempo en la mansión me cambió. Entonces me convertí en una persona completamente distinta. Pero eso no significa que lo que hice en el pasado desaparezca. Así que decidí corregirlo poco a poco. Y en ese momento apareció usted.”

“…”

“No se imagina cuánto me alegré. Por eso le pedí que firmara el contrato.”

“Eso…”

“Así es. También estaba el asunto de mi alimentación, que era urgente… Pero se lo diré con franqueza. ¿Cree que habría ofrecido un salario tan alto solo por el problema de mis comidas?”

“…”


Era sospechoso.

Por mucho que él fuera el joven maestro de los Aylesford, todas las condiciones que le ofrecían eran excesivas.

Pero aquello no era más que una expresión de expiación, y se esforzaba en pensar que no contenía un significado mayor.


“Yo deseaba que usted permaneciera a mi lado. Hasta entonces, pensaba que solo sentía por usted un pesar acompañado de una ligera simpatía. Pero….”


Ian sostuvo con suavidad la mano de Jina.

La mano, rígida por la tensión, aceptó sin resistencia la suya que se entrelazaba. Sus gruesos dedos se deslizaron entre los delgados dedos de ella, separándolos y enlazándolos con firmeza.


“Cada noche sueño.”

“¡…!”


En ese instante, el corazón de Jina dio un vuelco.

Si se trataba de sueños, ella también soñaba cada noche. Siempre aparecía Ian en esos sueños, tan crudos que deseaba creer que no eran fruto de su propio deseo.

En esos sueños, ella, sin conocer la vergüenza, enlazaba su cuerpo con el de él.


“En los sueños estamos en la misma habitación, tomados de la mano, muy cerca. Y entonces… hago cosas que, si las pronunciara en voz alta, le darían razones para despreciarme.”


Como si sus labios se hubieran sellado, Jina no pudo pronunciar palabra alguna.


“Al despertar, me asaltaba la idea de que estaba loco, y fueron días continuos de autodesprecio. Pensé que quizá el sentimiento de culpa hacia usted se distorsionaba en mi mente y se manifestaba de esta manera. Pero al final no pude contenerme y la llamé con el pretexto de compensarla con ropa. Después, con la excusa trivial de que me ayudara a escoger regalos, seguí poniéndole ropa una y otra vez.”


Un aliento ardiente rozó su nuca.

Sin que lo notara, Ian se había acercado más, tan cerca que su respiración la alcanzaba. Desde lo más profundo de su corazón, una voz susurraba que debía apartarse.

‘¿Por qué?’

¿Por qué habría de apartarse de él?

No sabía cuántas veces la había salvado ya.

En el hotel, de las deudas, y ahora de la misma muerte, él la había rescatado.

Tal vez al principio la hubiera empujado a la desesperación, pero ahora, el único que le tendía una mano de salvación era él.

Jina, sin apartar la mano que él sujetaba, escuchó su confesión que no cesaba.


“En ese momento, pensé que todo le combinaba tan bien que quería comprárselo.”


Ante esas palabras, en la mente de Jina aparecieron las fotos de Ian con mujeres que había visto en internet. Todas ellas habían recibido mucho de Ian.

Por eso, sin darse cuenta, a Jina se le escaparon las palabras.


“¿Como las mujeres que usted conoció?”


Entonces Ian esbozó una sonrisa amarga.


“Precisamente porque podrían pensarlo así, no lo hice. Creí que los demás también pensarían lo mismo.”


Ian alzó la otra mano y apartó el cabello desordenado de Jina.

No era una acción que debiera intercambiarse entre empleador y empleada. Sin embargo, Jina no lo rechazó y lo aceptó.

Al no apartarse Jina, el contacto se volvió más atrevido.

La mano que apartó el cabello descendió hasta acariciar su mejilla. Era un roce lento, como si comprobara si había algún lugar herido, y con ello Jina sintió un cosquilleo en el interior de la palma.

Los dedos que permanecieron un buen rato en su mejilla cambiaron de dirección y se dirigieron a un lugar más profundo. Finalmente, en el instante en que las yemas tocaron su oreja.


“Uh…”


Jina tembló levemente y dejó escapar un gemido suave.

Incluso en sus sueños era sensible. No sabía que su zona erógena estuviera en la oreja.

Pero Ian, como si ya lo supiera, se empeñó con insistencia en acariciarla allí. Rozó con precisión la parte más sensible.


“C-Cómo… basta, ahí…”

“En los sueños, siempre eras débil aquí.”

“¡Hh…!”


Desde la punta de los dedos de los pies, la sensación de cosquilleo le impedía tener la mente clara para repasar sus palabras.

¿Acaso fue la reacción lo que le dio confianza? Sus dedos se movieron de manera más audaz.

La otra mano que sostenía la de Jina subió sigilosamente y le acarició la nuca con la palma. El roce de piel con piel era embriagador. Finalmente, Jina se estremeció con un temblor involuntario y se encogió.

Aun así, él no se apartó y, como si nada, continuó envolviendo con su mano la nuca que ardía de calor. No sabía si era intencional, pero Jina ya no podía retirarse.


“Ugh…”


El calor que llenaba por completo su interior giraba en espiral hasta escapar entre sus dientes. Al escuchar aquel sonido, Ian Aylesford detuvo su movimiento y miró a Jina.

Cuando la intensa oscuridad azulada se posó sobre ella, Jina comprendió lo que él pretendía hacer.

Sus labios se acercaban poco a poco. Jina terminó cerrando los ojos.

No era su primera relación. Una vez con un compañero de clase durante su época de estudiante, y otra vez en su primer empleo tras graduarse.

Por supuesto, también había besado a aquellos dos.

Sin embargo, en ambas ocasiones fue porque la acorralaron diciendo que hasta cuándo se quedarían solo tomados de la mano, que comprendían su carácter conservador, pero que de esa manera no podían llamarse pareja. Al final, la sorprendieron y lo hizo sin querer, casi por obligación.

En ninguna de las dos hubo romanticismo ni ese cosquilleo palpitante en el pecho. Fue solo una de esas cosas que había que ‘hacer’.

Pero ahora era diferente.

Aun siendo los mismos labios, los de él estaban fríos al punto de hacerla estremecer. Era un contraste que se sentía más claro en aquella habitación cálida.

Cuando él ejerció una ligera presión, los labios en contacto se abrieron de forma natural.

La desconcertó. Como si hubiese estado besándolo todo el día, aceptaba su beso con naturalidad.

Sus labios se entreabrieron y se mezclaron lentamente con la lengua de él, como si ya supiera lo que vendría después.

No recordaba ni siquiera cuándo había sido su último beso, hacía ya varios años.

Y aun así, ¿por qué le resultaba tan natural…?

‘Ah.’

Ella comprendió la razón.

En la realidad era la primera vez que juntaba sus labios con los de él, pero en los sueños lo habían hecho hasta el cansancio.

Todo parecía tan parecido a un sueño.

Jina, como alguien que había sido entrenada durante mucho tiempo, rodeó de manera natural el cuello de Ian con sus brazos y se acercó a él para recibirlo más profundamente, tal como él le había indicado en los sueños.

Sin embargo, Ian apartó el cuerpo de inmediato. Jina, que estaba preparada para enredarse con él desde ese momento, se sorprendió y abrió los ojos de par en par.


“¿Por qué…?”


En lugar de responder, Ian la abrazó y la sentó sobre él. Al quedar frente a frente, el rostro de Jina se encendió como si fuera a estallar.

En los sueños siempre estaba así con él. Él la sentaba sobre sus muslos y luego la dominaba metiendo la lengua hasta que quedaba aturdida.

Sus manos tampoco se quedaban quietas. Ella siempre estaba desnuda, retorciéndose y moviéndose sobre él, que permanecía vestido con pulcritud.

La excitación que sentía en los sueños ahora traspasaba los límites y hacía arder su cuerpo en la realidad.

Jina miró a Ian.

Las emociones contenidas en esos ojos profundos eran tan complejas que ella no podía adivinar qué pensaba para haberla besado y luego apartarse.

¿Por qué? ¿Por qué razón?

De pronto sintió un miedo repentino. ¿Acaso había hecho algo mal? La inseguridad se fue extendiendo lentamente por el rostro de Jina como tinta que cae sobre el agua.

Estaba ansiosa, impaciente. Quería que él continuara un poco más. Porque deseaba saborear más de esas sensaciones.

Entonces, ¿qué debía hacer?

Mientras Jina dudaba, él susurró como si quisiera darle la respuesta.


“Esta vez, hazlo tú.”


Era una orden amable a la que Jina no podía negarse.



CRÉDITOS

TRADUCCIÓN: Ciralak

CORRECCIÓN: Ciralak


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